15 octubre 2006

Un Héctor con clase

Ella siempre lo quiso y estoy seguro, desde la primera mirada en el “Puki Pow”, junto al trago de “Bala’s” hasta el edredón del Hollydays Inn. Todavía conservo el sabor de su estilo, desde la suavidad de sus gemidos champañizados hasta el bum típico del corcho (una exquisitez).

Abro mis ojos y veo delfines saltando en el mar. Estoy en un catamarán vacío, ah, no, estoy acompañado por dos presencias que por momentos se me hacen indiscernibles con respecto al bote, parece que formaran parte de él: rígidos e inmóviles. Todo es borroso, parece irreal; el ruido del motor, ensordecedor; el sol, un asco, voy ignorando hacia donde voy y ellos también parecieran hacerlo. Pero no me importa, veo los manglares y una especie de vértigo va habitándome cada vez más.

Sigo en el mismo catamarán, voy cayendo en cuenta de la realidad, entre salitre y un caluroso olor a pescado. Mis acompañantes no se han movido mientras tardaba en despertar. En resumen somos tres fantasmas yendo a cualquier parte, la lancha ahora se adentra entre los manglares y comienzo a pensar que me raptan. Veo que mis pies han sido amarrados fuertemente. ¡Por Dios!, han sido amarrados y mi boca amordazada, ¿cuándo pude haber sido tan imbécil?

- mmhfhsfpspf

Intenté decir “Señores, ¿qué hice?”

Poco a poco el horizonte se me aclara y diviso nuestro destino: ellos están en la orilla esperándome. No hay más tiempo para lamentos, me bajan y golpean mis rodillas en el muelle:

- Hola, basura -me escupe.

- Jajajaja -nunca supe quién reía.

- dfjrhh, dhfh , jsdf jfh jkffhhhh

- Coño, hermano, esto es lo que tengo ahorita. – Sacó cincuenta mil y le entregó el billete al conductor.

- Coño, mi broder, una empanaíta ahí pal chamín, pue- El niño que lo acompaña en los viajes no se movió, seguía con la mirada perdida en el mar. Escupió en la propia lancha, parecía no importarle nada. Había un sonido típico que es el del bote de madera estacionado junto al muelle, el mar golpeaba pesadamente cloc, cloc, tucloc, tucloc

- Toma y vete pal coño –Sacó veinte mil– y nunca viste nada.

Alfonso caminó hacia mí y me machacó los genitales con un pie vengativo. Le vi un collar que decía “Cherry” con tipografía de Cadillac antes de incrustarme la bota en los glúteos. Tanta fuerza ejerció en el golpe que sentía el músculo hincharse al mismo tiempo que el dolor martillaba. Mi sudor mojaba la arena, blanca y sedosa.

- Coño e’ tu madre- suspiró, se secó una lágrima- ¿Qué tal el Hollydays?

- Kfrsñfiñ

- ¿Cuántas pepas le metiste, mamagüevo? ¿ah? Ptuh- escupió.

-

Malditos cobardes, unos tipos me dieron una patada en el estómago, colocaron unas cadenas en mis tobillos, me arrastraron hasta la parte trasera de un Jeep descapotado y me engancharon como un remolque.

Alfonso subió al Jeep, los demás ya lo habían hecho. Encendió un cigarrillo, se empinó la tequila y aceleró. Empecé a ser arrastrado.

Entré en ella, sí, fue una verdadera Moët et Chandon, me llené de sus copas. Cherry siempre fue mía, su piel era suave y bronceada. Me sentía en el mar y rebotando sobre las olas, era un delfín como cuando besaba los rubios vellos de su espalda. Ella siempre lo quiso, se electrizaba.

Yo me incendiaba por la fricción.

07 septiembre 2006

INSOLENTE RECAÍDA

Oír confuso a la madre vomitando

g r i t o i n f i n i t o

desde la habitación vecina porque ella en lo que abre la puerta SANGRE le salpica urgentemente de una nuca florida en bouquet presentaciones surtidas de dolor con formas únicas en estilo.


Arrodillado
de espaldas a la puerta,
percatándose de cuán fácil había sido poner el cañón de hierro frío frente a su cara esta vez, y cuando a la boca BUM,

VE “FLORES” BORROSAS SALIR RIZADAS VIBRANTES, RUIDO - SUELO SUCIO - PAPELES- PARED -BASURA – CAER- MUSCULAR- ZAPATO- BIEN - HYUFGVBFFFGGGGG

-la madre desbocada en gritos-

29 agosto 2006

Lenguaje



Una noche oscura, un relámpago de realidad se encendió en el interior del lenguaje y ese recuerdo quiso por siempre permanecer vigente dentro de sus entrañas. Pero los recuerdos se desgastan, y el olvido termina por reconstruirlos en un último y desesperado intento, queriendo sentirse junto a esa imagen casi mística que alguna vez contempló. Así conserva, el lenguaje, cierta nostalgia intrínseca y casi imperceptible. Y decimos “casi” porque la literatura, luego de haberse obsesionado con hacer de esa nostalgia la forma de su vida, una mano, la del autor, encendió con un relámpago desafiante, una grieta extática por donde penetrar y contemplar su hermoso reflejo en el fondo, Narciso en un delirio, como San Juan diciendo: «Entréme donde no supe/ y quedéme no sabiendo, / toda ciencia trascendiendo.»[1]



[1] San Juan de la Cruz, Obras escogidas. Madrid: Espasa- Calpe, 1969: 33.

26 agosto 2006

Inocente y prohibida

Al final de la cuadra no hay paredes, ni casas, sólo estrellas, autos con luces altas y cuatro sombras adelante en contraluz. Tras ellos, creo ver que esos autos se me estrellan, luces explotan, pero nadie las escucha, sólo yo enceguecido, esas sombras en contraluz me esperaban al fondo con autos detrás que más bien ahora se apagaban. Arriba estrellas, oscuridad, algo pasa, un chirrido de metal pesado entre las sombras me espera, son armas, alucino, luego se escuchan las detonaciones que suceden de frente a mí, ahogado, soy, globos oculares, estrellas, ráfagas de cielo, me destrozan, asteroides, discovery channel. En mis ojos se posan tu primo y tu hermano; siento vomitar, hay impactos en mi cuerpo. Desangrado, te recuerdo y me intercambio por tu cuerpo, porque es tu culpa, me voy convirtiendo en ti para matarte y matarme de una vez, los disparos destruyeron tus senos: te amé pero te desgracié, ahora lloro, te encontraron enterrada y reconocieron mi carnicería sobre tu vientre… ya no eres culpable, vuelvo a ser yo y grito… siempre lo fui, lloro acribillado y culpable, me desangro… escupo: "yo soy el culpable" y caen estrellas.

25 agosto 2006

Faro intermitente

Alguien riendo, sobre una pequeña canoa, en medio del mar abierto, perdió la luz intermitente de un faro. Luego quedó totalmente serio en la oscuridad. Las olas le hacían reverencia en la madera y en los oídos. Extrañó los grillos.