Me gustan los recuerdos,
porque allí nada parece perdido.
No se caen las señales,
y las lámparas arriba siguen repletas.
Todas nuestras historias son de esas que “al menos…” etcétera,
no finalizan,
vidas, tumbas, sillas;
todo es corriente.
Incluso nosotros, allí,
con un esbozo de primer saludo en nuestras manos.